La derrota
Dijo John Fitgerald Kennedy, quien fue presidente de los Estados Unidos de América que "la victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana". Y es que en una sociedad donde se loa al vencedor y se desprecia al perdedor, una de las funciones más complejas del entrenador es enseñar a perder, mostrar a sus niños que la derrota es una condición inherente e inevitable a la competición. En definitiva, hacerles ver en el fútbol, como en la vida, es imposible ganar siempre y que la derrota enseña mucho más que la victoria.
La derrota puede ser la más constructiva de las lecciones si, entre todos, somos capaces de desgranarla y ver más allá de la frustración inmediata que ésta provoca. En el deporte, como en cualquier deporte de competición, la victoria se define por contraposición. Es decir, no existirían los vencedores si no existieran los vencidos. Nos encontramos en los primeros pasos de sus hijos en ese deporte. Restan muchos años de aprendizaje, de derrotas y de victorias y aprender a vivir con los traspiés del marcador es indispensable para seguir creciendo como futbolistas y como personas. No hablo de resignación sino de pragmatismo, de extraer lo positivo de una derrota.
Como entrenador siempre les digo a mis jugadores que cuando se juega mal es mejor perder para no creernos lo que no somos. Como coordinador escucho muchas veces a mis entrenadores "desear" una derrota. Me explico: las derrotas nos hacen poner los pies en el suelo. Nos muetran que no somos invencibles y que obtener victorias cuesta esfuerzo. Las derrotas son, a fin de cuentas, una cura de humildad.
Todos los que jugamos a fútbol buscamos lo mismo, la victoria, los abrazos, las felicitaciones, la admiración pero no siempre se gana. En la derrota se descubre a los compañeros, a los amigos, al entrenador, al grupo. En definitiva, se encuentra al equipo porque cuando las cosas se hacen bien, las derrotas unen más que las victorias.
Es nuestro trabajo ser capaces de transmitir estos valores pero no podremos lograrlo sin su ayuda. Desde estas líneas les animo a ayudarnos a que las lágrimas de la derrota se transformen en mensajes positivos y constructivos que nos ayuden a los niños a crecer como futbolistas y personas.
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Decanodiego -
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